Si quieres ardorosamente un hijo, es lógico pensar que la mejor ayuda vendrá de quien tiene como su objetivo prioritario la consecución de esa criatura; pero hay que sopesar si este circuito aparentemente lógico y rápido, puede convertirse en la entrada a un laberinto del que podrías salir muy diferente a como entraste.
Si otros también lo hacen debe estar bien
Cuando Beatriz y Carlos decidieron que estaban preparados para tener hijos, se encontraron con un problema, él viajaba muy a menudo, ella trabajaba haciendo guardias, y era realmente muy difícil hacer coincidir sus encuentros con los días más fértiles de Beatriz.
En una ocasión, para aprovechar que estaba ovulando, incluso con amenaza de cierre aéreo por climatología adversa, Beatriz cogió un vuelo solo para pasar una noche con Carlos, toda una locura logística.
Pero pasaban los meses y el bebé no llegaba, por lo que hartos de depender del azar y de sus agendas, tomaron la determinación de recurrir a la reproducción asistida.
En principio, la teoría era sencilla y el procedimiento parecía aceptable: la ginecóloga les propuso la técnica de inseminación artificial conyugal, reservando congelada una muestra de semen de Carlos, que inyectarían en Beatriz en el momento oportuno. De este modo, aunque coincidiese que Carlos estuviese ausente, sus espermatozoides seguro que sí acudirían a la cita con los óvulos de Beatriz.
Para empezar con el procedimiento, en primer lugar, les pidieron las pruebas analíticas pertinentes, pero entonces surgió un nuevo escollo, los espermatozoides de Carlos estaban en mala forma, por lo que la ginecóloga les explicó que en tal caso tendría más posibilidades de éxito con otra técnica, una FIV, o sea una fecundación in vitro, mediante una ICSI, es decir, una inyección intracitoplasmática de espermatozoides. En este caso la teoría ya no era tan sencilla, sino más bien compleja y el procedimiento bastante arduo, por no mencionar el peliagudo tema económico.
En esta encrucijada, Beatriz tímidamente preguntó si este procedimiento podía representar algún riesgo para ella, porque lo de pincharse las hormonas no le hacía mucha gracia, y también quiso saber si quizás había alguna otra solución, o algo que pudiesen hacer ellos.
Por su parte, Carlos se interesó por las expectativas de éxito del procedimiento.
Unas razones y unos argumentos de impacto
La doctora les dijo que el riesgo era mínimo y que miles de niños nacen así cada año. Lo que les pareció más convincente es que les expresase enfáticamente que si ella supiera que por ejemplo, haciendo el pino sobre una mano, o comiendo cáscaras de huevo molidas, Beatriz conseguiría con más facilidad su embarazo se lo diría, ya que acudía cada año a los congresos sobre reproducción asistida con la información científica más puntera y que podían confiar en que la propuesta que les hacía era la mejor solución, porque en un 100% su objetivo era común y acabó sentenciando: “lo único que importa es que tengas tu hijo en brazos”.
Aunque un poco aturdidos, apenas dudaron al decidir que así lo harían, porque parecía la mejor y única opción que tenían, y salieron de la consulta con la receta de la medicación para iniciar el ciclo de FIV-ICSI en cuanto le bajase a Beatriz la regla.
Esta historia, puede ser la de otras personas que por diferentes motivos acaban recurriendo a la reproducción asistida, y no la escojo por ser especial, sino porque sirve para analizar aspectos comunes a muchas otras historias similares, aunque con mil variantes y motivaciones. En ella concurren una suma de factores que, si los analizamos con detenimiento, crean una trama tupida de disimulos o medias verdades que todos los implicados y la sociedad misma están interesados en creer y fomentar.
Delegando en la ciencia toda la responsabilidad
Vamos a analizar en primer lugar el papel que juega esta pareja en esta escena:
Hasta cierto punto, querer un hijo, pero no disponer ni de la posibilidad de engendrarlo, aunque desde el punto de vista social aparentemente está plenamente justificado debido al modo de vida actual, representa un boicot a la idea misma de concebir un hijo, así que habría que preguntar si están realmente seguros de que verdaderamente quieren un hijo, o si solo tienen el deseo de poder tener un hijo, pero en realidad no quieren el hijo en sí, o por el contrario efectivamente sí que quieren un hijo, pero no quieren tener que engendrarlo, por lo que eluden el sexo, o quizás si es una mezcla de las dos cosas. Parece que acabo de hacerte leer un trabalenguas, pero si lo lees detenidamente otra vez, verás que no lo es.
Esta pregunta habría que hacérsela también, por extensión, a la sociedad entera, ¿quiere esta sociedad hijos?, ¿vamos hacia una sociedad con hijos concebidos sin sexo?.
Aunque él viaja sin parar y ella trabaja a turnos, y aunque apenas se vean, ni coincidan para tener sexo procreativo, quieren un hijo. En este caso, convendría plantearles si han calculado si tendrán tiempo para cuidar de su hijo cuando nazca, y si no lo tuvieran, quién se haría cargo de la criatura. ¿Quiere la sociedad hijos externalizados?
Beatriz pregunta si el procedimiento tendrá algún riesgo para sí misma. No es raro, y es una duda muy razonable, porque a nadie le entusiasma pincharse la barriga con hormonas y llenarse de moratones, y muchas mujeres tienen incrustado en su cerebro un temor cerval al cáncer de mama, sin embargo, por otro lado, apenas registra como algo riesgoso, pasándolo totalmente por alto, el hecho de que será sometida a una anestesia completa.
Lo realmente sorprendente y reprochable es que no le preocupa ni pregunta, si supondrá algún riesgo para su hijo, algo francamente insólito si pensamos que, en cambio, a una mujer embarazada se le advierte de que la mayoría de medicamentos suponen un riesgo potencial para el feto.
Con la pregunta de si hay algo que ellos podrían hacer, la pregunta es meramente retórica, porque desde el momento en que su primera opción fue acudir a la reproducción asistida, de alguna forma ya habían depositado en la tecnología médica todas sus esperanzas y delegado en ella toda responsabilidad.
Carlos, usando solo la parte del cerebro izquierdo y analítico, pregunta acerca de las expectativas de éxito, es decir sobre las cifras y porcentajes, pero pasa enteramente por alto el asunto de los riesgos posiblemente porque no es quien recibe los pinchazos.
En segundo lugar, vamos a analizar el papel que juega el cuerpo médico:
Pasando de puntillas sobre el peliagudo tema de los riesgos y otras alternativas
Cuando los pacientes salen de la consulta con la receta para iniciar el tratamiento medicamentoso con el que iniciar el procedimiento de reproducción asistida, es una forma de cortocircuitar su proceso de reflexión y de toma de decisiones, y es la médica la que toma el relevo, decide por ellos, y les empuja a que den el salto.
La doctora requiere de sus pacientes que bajen sus defensas y confíen plenamente en ella. Una relación de mutua confianza es totalmente deseable y forma parte de una relación médico-paciente buena y productiva, así que podría ser beneficioso evitar condicionarlos negativamente y atemorizarlos, y por eso parece sensato que prefiera dejar a un lado el espinoso tema de los riesgos. En consecuencia, deja que los pacientes pregunten por los peligros. No los expone y explica a la vez que el propio procedimiento a seguir, anticipándose a esa cuestión, y además minimiza su importancia, pasando de puntillas por este tema, pero bien mirado, esta actitud no es de recibo, porque los riesgos sí que existen, tanto para la mujer como para el futuro bebé, luego se debería informar de ellos, por mínimos que sean. Hablaremos largo y tendido del tema de los riesgos en otros artículos, pero sirvan los siguientes datos como un par de pinceladas sobre el asunto:
¿En qué momento someterse a una anestesia completa pasó a ser un procedimiento percibido como totalmente inocuo? Seguramente desde que se popularizaron las cirugías estéticas, pero si someterse a una anestesia de por sí implica riesgos para la potencial madre, este estudio muestra que también implica un riesgo para el futuro bebé. (1)
En un reciente estudio de M. V. Wolff y T. Haaf, se describe el riesgo para el bebé de malformaciones, desórdenes funcionales y peor resultado periparto, atribuibles tanto a causa de los padres, como a la propia tecnología empleada, por lo que se recomienda que una FIV, o FIV-ICSI, solo debería llevarse a cabo si no es posible conseguir una gestación de otra forma. (2)
También la futura madre al someterse al procedimiento de estimulación hormonal y punción folicular se expone a ciertos riesgos, como por ejemplo riesgo de hiperestimulación ovárica, cáncer, o complicaciones quirúrgicas, aparte de los riesgos asociados a la anestesia, tal y como se recoge en un informe estadounidense de la Nacional Research Council, sobre las mujeres donantes de ovocitos, pero que en definitiva se someten al mismo procedimiento, y por lo tanto a los mismo riesgos, que cuando los ovocitos se extraen de la propia madre. (3)
Cuando la galena niega que haya nada más que puedan hacer los pacientes por sí mismos, lo que hace es excluir como posible ayuda todo lo que se salga de su competencia médica y del ámbito de la ciencia, como si ella abarcase todo lo que humanamente se pueda hacer y conocer, ofreciendo la panacea total, el remedio y la vía única.
Es poco usual que un médico te recomiende cambios en los hábitos de vida o lifestyle, o que tenga la sinceridad, en caso de que conociera de la existencia, o la humildad, en caso de desconocerla, de exponer que además podrían explorarse otras vías no médicas y/o paramédicas, pese a que no disponga de información, ni experiencia, ni dominio técnico de ellas, ya que tampoco tiene el deber de conocerlas ni de informar acerca de tales opciones. Incluso si le presionan, podría alegar que su deber en todo caso es advertir en contra de ellas y en consecuencia indirectamente admitir que, como dice el dicho gallego sobre las meigas (las brujas en Galicia), “haberlas, hailas”, o sea que existir, sí que existen otras opciones, pero se ningunean y se hace como si no.
El “derecho” a ver cumplido un deseo
¿Acaso no es justificado, acaso no ves como sufre atrozmente esa pareja debido a su deseo incumplido, ese deseo tan visceral y profundo?, ¿acaso no es la doctora bondadosa y piadosa y se conmueve con ese dolor tan profundamente, que va a poner TODO lo que la ciencia es capaz de hacer a disposición de ese deseo?
Lo más capcioso de todo, lo más escurridizo, donde se esconde la mayor trampa, la escena con mayor dramatismo, radica en la afirmación rotunda que proclama que su objetivo común es hacer realidad al hijo: “lo más importante es que tengas tu hijo en brazos”.
No cabe duda, es una frase muy empática, con una gran carga emocional, pero en ella se gesta toda una tragedia fáustica, porque así venden su alma al diablo ambas partes, una como solicitante y la otra como mediadora, ya que implica poner el acento en que lo más importante es el resultado, los fines, y que los medios no son lo importante.
¿El diablo?, estarás pensando, ¿no exageras? Con el concepto “diablo”, me refiero a que el extravío o perdición en un laberinto se esconde en esa aspiración a alcanzar la realización de un deseo a toda costa, por muy inalcanzable que parezca. ¿Dónde se pone el límite a esa aspiración? ¿qué va a contener ese deseo desbordado que aspira al todo?, ¿sin importar cómo se alcanza ese deseo?, ¿a cualquier precio?
Si tomamos esa frase de forma literal, sin más comentarios, podría caber en ella cualquier proposición, legal o ilegal, moral o inmoral, desde la más repudiable y antiquísima costumbre de robar niños, o la de repudiar al consorte infértil y sustituirlo por otro fértil, hasta aceptar la posibilidad de traer un niño al mundo tullido o enfermo, o la de traerlo al mundo aún a expensas de poner en riesgo a la madre, o de las más novedosas y aparentemente aceptables, lo que es muy discutible, como reemplazar los gametos mediante donación, la gestación subrogada o la ingeniería genética.
Y en verdad es así, desde la noche de los tiempos ha ocurrido así, que lo único importante era la posesión de un hijo aún contra viento y marea, a expensas de quien fuese, a costa de lo que sea, un hijo como el bien más precioso. Cierto es que para muchas culturas una mujer sin hijos es un ser incompleto, y para otras muchas culturas una familia sin hijos es la peor catástrofe.
También es muy cierto que en eso se basa la sociedad de consumo, en hacerte soñar, en crearte deseos, y en hacerte pensar que está a al alcance del consumidor todo lo que se pueda pagar.
En definitiva, ¿alguien podría replicar que los aspirantes a padres no están en su pleno derecho de hacer cualquier cosa para cumplir su deseo?, ¿los hijos pueden oponer al respecto algún derecho?, ¿es un hijo un bien de consumo? Ay, cuántas cuestiones, qué dolorosas preguntas y qué complicado es dar con una respuesta satisfactoria, pero qué necesarias tarea. Este tema requiere de mucha más reflexión, que abordaremos en nuevos artículos.
En la segunda parte de este artículo, seguimos desgranando el papel que juega el cuerpo médico cuando una pareja demanda un tratamiento de reproducción asistida y examinamos el conflictivo asunto de las estadísticas y las tasas de éxito.
REPRODUCCIÓN ASISTIDA: “LO ÚNICO QUE IMPORTA ES QUE TENGAS TU HIJO” (PARTE II)
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ESTUDIOS CIENTÍFICOS REFERENCIADOS EN ESTE ARTÍCULO
1. El efecto de los agentes anestésicos para la recogida de ovocitos en el resultado de la fecundación in vitro: Un estudio retrospectivo en un centro terciario
The effect of anesthetic agents for oocyte pick-up on in vitro fertilization outcome: A retrospective study in a tertiary center
https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S1028455919301718
2. Tecnología de Fertilización In Vitro y Salud Infantil. Riesgos, mecanismos y posibles consecuencias
In Vitro Fertilization Technology and Child Health. Risks, mechanisms and possible consequences
https://www.aerzteblatt.de/int/archive/article?id=211864
3. Evaluar los riesgos médicos de la donación de ovocitos humanos para la investigación de células madre
Assessing the Medical Risks of Human Oocyte Donation for Stem Cell Research
https://www.nap.edu/catalog/11832/assessing-the-medical-risks-of-human-oocyte-donation-for-stem-cell-research